miércoles, 8 de enero de 2014

HISTORIA DE LA MÚSICA PROCESIONAL I PARTE


BANDAS DE MÚSICA



Las Bandas filarmónicas o Bandas de Música, popularmente llamadas como bandas de palio por ser encargadas de acompañar a los pasos de palio de las Dolorosas en la Semana Santa, es el estilo más identificativo de nuestra Semana Santa y de estructura más compleja ya que en su plantilla se incluyen instrumentos de viento-madera y viento-metal de diverso timbre y tesitura.

Aunque este tipo de bandas cuenta con bastante antigüedad, el surgimiento de la marcha procesional para banda de música es algo posterior.

Sus orígenes habría que situarlos a mediados del siglo XIX. Sumergidos en el romanticismo musical, las bandas de música comenzaron a adaptar para procesionar marchas fúnebres y movimientos de obras de autores como Beethoven, Chopin, Wagner o Schubert entre otros. Esto suponía un escaso y limitado repertorio por lo que pronto se pensaría en crear composiciones propias para acompañar las procesiones.

Si bien la falta y pérdida de documentación al respecto nos hace desconocer el momento exacto en el que se compondrían las primeras piezas, hoy se considera como uno de los pioneros al castellonense José Gabaldá Bel, director de la Banda de Música de la Guardia Real de Madrid, cuyas marchas fúnebres se fechan hacia 1850.

En la década de 1870 el género de la marcha procesional llegará a Andalucía, destacando tres ciudades: Sevilla, Cádiz y Córdoba.

En Sevilla se documenta la marcha de procesión más antigua compuesta para una Semana Santa andaluza. Se trata de la marcha fúnebre compuesta en 1874 por el cordobés Rafael Cebreros, que según la dedicatoria que figura en una partitura original fue “escrita expresamente para la Semana Santa de Sevilla”.

En Cádiz aparece la figura del madrileño Eduardo López Juarranz que en 1876 compone la marcha Piedad, marcha fúnebre dedicada a la cofradía homónima gaditana.

Finalmente en Córdoba Eduardo Lucena Vallejo compone en 1883 la marcha fúnebre Un Recuerdo. La partitura original, recientemente hallada en el archivo municipal de la ciudad, recoge en su dedicatoria: “Al Excmo. Ayuntamiento. Marcha fúnebre “Un Recuerdo”. Escrita expresamente para la procesión oficial del Viernes Santo del año 1883”. Junto a Lucena Vallejo destacarán las figuras de Cipriano Martínez Rücker, fundador y director del Conservatorio de Música de Córdoba y Juan Antonio Gómez Navarro, primer organista y maestro de capilla de la Catedral cordobesa.

Será la última década del siglo la más prolífica con la aparición de numerosas marchas fúnebres, siempre en línea con el romanticismo, destacando composiciones como Virgen del Valle de Vicente GómezZarzuela, dedicada en 1898 a la Hermandad del Valle de Sevilla, si bien en otras marchas se empiezan a introducir melodías “alegres” que romperán con el patetismo fúnebre.

Pero si hay una figura que destaca sobremanera en estos inicios de la música procesional es la de José Font Marimont. Considerado por Manuel Carmona como creador de la marcha procesional sevillana e iniciador de la saga de los Font, este músico militar llega a Sevilla en 1875 para ponerse al frente de la Banda de Música del Regimiento Soria nº 9 como Músico Mayor del ejército. Aquí se sumergirá de lleno en el mundo de las cofradías y como resultado creó dos marchas para Semana Santa, la primera de ellas una marcha fúnebre dedicada a la Hermandad de la Carretería de 1887 (hoy perdida), pero sobre todo más conocida será su otra composición, la marcha fúnebre dedicada a la Hermandad de la Quinta Angustia fechada en 1895.

Será su hijo Manuel Font Fernández de la Herranz, continuador de la saga y director de la Banda Municipal de Sevilla, el más importante de todos, saliéndose de la senda marcada por la marcha fúnebre romántica creará un tipo de marcha que en palabras de Mateo Olaya emana sinfonismo. Suyas son A la memoria de mi padre o La Sagrada Lanzada entre otras.

 Continuarán su labor sus hijos José y Manuel Font de Anta cuyo tipo de marcha se trata de auténticos poemas sinfónicos, destacando el segundo de ellos con composiciones como Amarguras o Soleá dame la mano, experimentando en esta última con formas provenientes del folclore encuadrado en pleno nacionalismo musical.

Nos introducimos así en el siglo XX, destacando de las primeras décadas compositores como el jerezano Germán Álvarez Beigbeder (Cristo de la Expiración, Desamparo,…), el guipuzcoano Mariano San Miguel Urcelay (Mektub, Gloria in Excelsis,…) y sobre todo el sevillano Manuel López Farfán, músico militar continuador de la tradición procesional de la banda de Soria 9. Farfán marcó una época dentro de la música procesional con composiciones de sorprendente alegría y gracia, además innovando en la instrumentación de las bandas de música introduciendo una sección de cornetas y tambores e incluso otros instrumentos como violines, ocarinas o la misma voz para algunas de sus marchas. Grandes ejemplos son las populares Pasan los Campanilleros y La Estrella Sublime junto a otras menos conocidas como La Esperanza de Triana o El Dulce Nombre.

En el periodo marcado por la Guerra Civil la música procesional, al igual que el mundo de las cofradías, se verá afectada: algunos compositores fallecen en la contienda y el resto hará escasas composiciones y en casi todas se volverá a las melodías dramáticas acordes con el sentimiento que se vivía en el momento.

Algo similar sucederá en la postguerra, si bien se experimenta un nuevo resurgir, apareciendo muchos grandes compositores del género como Antonio Pantión Pérez (Jesús de las Penas, Nuestra Señora de Guadalupe,…), Manuel Borrego Hernández (Cristo de la Vera Cruz, Regina Pacis,…), Pedro Braña Martínez (Coronación de la Macarena, Madre de Dios de la Palma,…) (en Sevilla), Emilio Cebrián (Macarena, Nuestro Padre Jesús,…) (en Jaén), Enrique Báez Centella (Jesús Caído, Virgen de las Angustias,…), Francisco Melguizo (Lágrimas y Desamparo, Paloma de Capuchinos,…) (en Córdoba), o Jaime Texidor (Auxilium Christianorum, Domus Aurea,…) o Ricardo Dorado Janeiro (Getsemaní, Mater Mea,…) fuera de Andalucía, entre otros.

Aparte de esta lista, los sucesivos directores de la banda del Regimiento Soria nº 9 continuarán la labor de sus predecesores. A algunos como Juan Vicente Más Quiles les costó adaptarse a la manera de entender la música procesional sevillana. Junto a él están las figuras de Santiago Ramos Castro y Francisco Barril que en los años 50 recuperarán el tipo de marcha “farfaniano”, de melodías alegres con Virgen de las Aguas y Virgen de la Victoria respectivamente.

A Más Quiles le sucede en la dirección el jiennense Pedro Gámez Laserna, cuya vida artística trascurre entre Córdoba y Sevilla. Gámez impregnó a sus marchas procesionales de un carácter algo más militarista, evolucionando el tipo de marcha que creara Farfán, destacando sobre todo sus instrumentaciones y armonías. Basten señalar títulos como Saeta cordobesa, Salve Regina Martyrum, Pasa la Virgen Macarena, El Cachorro o Saeta sevillana, Sevilla cofradiera,…

Tras él toma la dirección otro jiennense, Pedro Morales Muñoz. Influenciado por el estilo de Farfán y de su maestro Pedro Gámez, en sus marchas destaca el uso acentuado de la corneta. Famosa es su Esperanza Macarena junto a otras como Virgen de la Paz, Virgen de los Negritos o Virgen de Montserrat. Es quizás el último gran compositor vivo de una etapa dorada de la música procesional.

Y llegamos así al último de los grandes compositores del Regimiento Soria 9, el onubense Abel Moreno Gómez con el que nos introducimos en la etapa más reciente de la música procesional. Esta etapa, desde los años 80, viene marcada por la aparición de las cuadrillas de hermanos costaleros y la comercialización discográfica. Este nuevo y más extenso público gustará de melodías sencillas que faciliten el andar de los costaleros quedando a veces en segundo plano los criterios musicales. Abel Moreno será el mayor exponente de este tipo de marcha con títulos como Hermanos costaleros, Macarena o La Madrugá.

Tampoco  podemos olvidar en los 70 y 80 la obra de Perfecto Artola definidor de la música cofrade para bandas de música en Málaga.

En la actualidad la marcha procesional se debate entre los compositores decididos a seguir las modas y los gustos del público mayorista aun arriesgando la calidad musical de sus piezas (como el propio Abel Moreno, Martín Salas o Paco Lola –nombre artístico de Francisco Joaquín Pérez Garrido) y otros compositores centrados en buscar innovaciones y ampliar los horizontes de la música procesional sin olvidar la calidad musical, compositores con una sólida formación musical. Lista que engrosan nombres como los sevillanos Francisco Javier Alonso Delgado, Manuel Marvizón Carvallo, Juan José Puntas, José Manuel Bernal, José Manuel Delgado, los cordobeses José de la Vega (recientemente fallecido) y Antonio Moreno Pozo, los malagueños Eloy García o José Antonio Molero, el granadino Juan Antonio Barros Jódar y un largo etcétera.


Autor: Blogspot "Pasión entre dos Ríos"